Había una vez, en un muy, muy lejano lugar, una bella princesa vivía a la sombra del rey y la reina. Todos los días la princesa paseaba en las tardes para dejar correr su tiempo libre por las praderas verdes del reino; hubo un día en que un malvado hombre luego de haberla observado durante semanas decidió raptarla en las praderas y llevadas entre los bosques del reino; la rapto durante un largo tiempo; los crímenes que fueron cometidos por este hombre a aquella princesa se hacen innombrables acá. La humillación de esta princesa no tuvo nunca limites: además de condenarla ser su ama de llaves durante el día, sirvienta durante el pasar de la tarde, tenia que ser esclava de las mas bajas pasiones durante las noches; obligada y aterrorizada por un amante que no consiguió nunca desear.
Todas las tardes este terrible hombre salía quitar de las tierras de su vecinos animales que cambiaba por aguardiente y comida; algunas veces conseguí lo suficiente para visitar a unas mujeres viudas que no tenia mas remedio que cambiar su cuerpo por algunos alimentos para sus hijos, esos que algún día trabajarían las tierras cansadas que dejo su padre de herencia.

Aquel indigno ladrón, esclavizo a esta princesa durante el largo pasar de los meses en los cuales el horrible trato a la que fue sometida dejo sus huellas en su piel, en sus sentidos y en lo más profundo de su interior. No paso mucho tiempo hasta que nuestra ya no tan bella princesa llevaba una criatura en su interior. Con el correr del tiempo un caballero perteneciente a otros reinos estuvo vagando por los caminos en donde estaban las torres que mantenían presa a nuestra princesa; un caballero desconocido, tal vez un vago de otros reinos, tal vez un miembro de la cortes buscando aventuras que relatarían los trovadores de todos los reinos

Su candidez ya no era la misma, las bajezas de aquel oscuro caballero habían terminado su disposición a creer en si mismo y en el mundo exterior. Solo esperaba dejar atrás aquella vida, ya se había convencido lo mejor posible de su triste vida, había considerado algunas par de veces el suicidio como único remedio posible para aliviar su dolor, el miedo terrible que le inspiraba su captor solo le exigía escapar de todo aquello, en definitiva vio la imposibilidad de ser la princesa que un día fue, estaba segura que nadie la querría luego de haber pasado por todos aquellos horrores de su captura, menos ahora que esperaba un hijo que le recordaría siempre su infelicidad.
Estas fueron muchas de las cosas que ocurrían cuando nuestro merodeador desconocido se acerco ese día a las torres que la mantenían cautiva. Aquel joven vio que dentro de los muros de piedra había una mujer tan campesina como las que había visto durante su vagar por los caminos. Encontró en aquella mujer una combinación de trapos sucios y rotos que cubrían aquel mayugado cuerpo. Sintió curiosidad y durante días visito aquellos campos con desconocidas intenciones. Un día que ya conocía la rutina del hombre cruel que aprisionaba a la andrajosa mujer y la forma en que era utilizada, se escondió en un muro oculto y al salir el cruel hombre le dio muerte al golpear con una gran piedra su pecho hiriéndolo de muerte. Así entro en su vulgar palacio y encontró a la andrajosa mujer que se negó ha hablar durante un largo tiempo. Pasaron horas hasta que la animalidad de esta mujer fue superada, y consiguió salir de la parte más oscura de la cueva donde se le mantenía presa, para que esta decidiera asomar el rostro y dejarse ver por el merodeador.
El nuevo habitante de aquella cueva, que no podían ser imaginada en tal estado de desorden al ver las grandes torres, se apiado de los ruegos de la mujer para que no la dejara morir de hambre, ella solo sabia que su carcelero estaba muerto lo que significaba estar desvalidas a la sombra del nuevo visitante, de ese mundo que Dios no había conseguido ver. Aquel hombre sólo alcanzo a decirle que no tenia nada de que temer, que el podría ser su protector. Él se esforzaría por conseguir alimentos y ropa para ambos a cambio ella solo debía dejarlo vivir en el castillo que ahora era suyo. Calló la noche y la mujer se refugio en su anterior rincón, no consiguiendo dormir una vez más, su destino era ya incierto; bastante extraño fue ver que el noble caballero durmió con la mayor tranquilidad sabiéndose digno y valiente.
Al siguiente día el hombre que se había hecho noble frente a sus propios ojos, aquel que había dado muerte al captor de nuestra anterior princesa se alejo por los deshabitados caminos a sitios donde poder conseguir objetos útiles para él y la andrajosa habitante de las torres. Pan, vestidos, carne, algunos artículos de limpieza, algunas mantas sobre las cuales dormir eran cosas que deseaba conseguir. Cuando este ya se había alejado lo suficiente la princesa consiguió atravesar las puertas de las torres pero al salir vio el cuerpo putrefacto de su antiguo carcelero, escupió sobre él y se dedico a correr con rumbo desconocido, cuando ya sus fuerzas no dieron mas dejo caer su cuerpo sobre las verdes praderas y una idea malvada atravesó su cabeza, no tenia un lugar donde ir, nunca había conocido mas frontera que su casa como princesa donde el rey y la reina vigilaban de su felicidad, a donde podría ir ahora fue la pregunta que la inquietó, pensó en las torres como su único lugar, se dejo caer sobre la hierba y sus lagrima corrieron por sus mejillas por sentirse tan cobarde.

Ya cansada de tanto llorar, tanto correr y tanto pensar caminó lentamente tomando su tiempo para volver y tomar una decisión sobre como afrontar ahora su nueva vida, la nueva situación a la que se le dejaba desvalida, una vez más Dios no la veía, sería ella esclava pero ahora de otro hombre. Con el correr de las horas dedicó mucho esfuerzo a ordenar la cueva en la que viviría su siguiente captor. Para cuando este llego pidió a la ya muy antigua princesa comer del pan y la carne conseguida, además dejo una barra de jabón y un vestido sobre una de las mesas. Esa noche la ya no tan andrajosa mujer no se la pasó con tanto insomnio, durmió un par de horas, pero igualmente cada pequeño ruido conseguía alterar sus nervios, a la vez que sus sueños hace mucho dejaron de serlos, solo pesadillas acompañaban sus noches, esa misma noche en la penumbra su antiguo captor se coloco por la ventana e intento ultrajarla una vez mas, despertó una vez mas desconsolada y se condenó una vez mas a la vigilia.
Corrieron los días y el cuerpo mayugado de la habitante de las torres tenia mejor apariencia. El no recibir ya desde hace mucho la lluvia de golpes a la que el infame hombre la había sometido le había devuelto mucha de la vida perdida desde que fue raptada. Esa tarde cuando el hombre que había dado muerte a su anterior captor había salido ya, la princesa de las torres tomo un cuchillo y sosteniendo la respiración abrió su vientre y extrajo de su interior la criatura engendrada en medio de la violencia que le había tocado vivir, creyó que eso podría ayudar a superar toda la violencia a la que había sido condenada por el terrible hombre, liberaría sus sentidos del miedo y el odio de una manera definitiva, luego de coser la herida tomo el cuerpo sin vida del infante no nacido y lo arrojo a las praderas cercanas de la torres donde tal vez estarían los huesos del padre de aquella bastarda criatura.
Volvió es noche su nuevo protector, una vez mas dejo sobre la mesa todos los artículos conseguidos, a la vez que anunciaba el uso de las tierras para el cultivo de algunos alimentos para ambos, la mujer le contó lo sucedido, este horrorizado blasfemó y la acuso de los peores delitos divinos conocidos alguna vez por un ser humano, menciono que ella merecía el mismo destino que él había dado a aquel tirano que vio con horror, que al igual que ese malvado las carnes de esa mujer deberían ser comida por los mismos gusanos, la acuso de tener un corazón negro como la noche y salio de allí para no intentar matarla. La mujer vio como en el horizonte desaparecía aquel hombre.
Pasaron muchos días, quien sabe cuanto pero el cabello de la joven creció con abundancia siendo este un síntoma de la recuperación de su cuerpo, su pensamiento y su espíritu, ya las noches no la desvelaban y las mismas ansias de comer hicieron crecer un huerto al que dedico las tardes de los meses que pasaron, en la soledad ya no esperaba nada ni a nadie, los días corrieron lento, sólo algunos recuerdos lograron iluminar la cara de la irreconocible princesa, mantenerse con vida parecía ser su única motivación, hacer crecer nuevas especies, aparecieron entonces unas cuantas gallinas vagando y hasta un perro se acerco hasta ese rincón olvidado por Dios.
Un día vio volver al salvador que la abandono, a aquel que a través de la muerte de su captor logro devolver su dignidad como humano, como mujer y como persona, pero ya su rostro no era el de bondad desinterés que llegó a conocer alguna vez. Este le hizo saber que se quedaría en las torres como amo de las tierras en vista que había estallado la ira de todos los señores del reino lo que se traducía en guerras de todos los siervos. Nuestra amable mujer cedió a que fuese su huésped por ser este la persona que lo libero, pero el con una mirada demoníaca dijo, como: como podría ser yo huésped de un ser tan vil como tu, que es capas de hacerse daño a si misma y a aquellos que le rodean.
El sentido de culpa volvió al pensamiento de la mujer, una vez más el horror cubrió los sentidos de nuestra triste protagonista, se sintió merecedora de todo por lo que había pasado, durante largas noches nuestro visitante la violo en nombre de la justicia, tratando de convertirse en la justicia divina, la sometió a los peores vejámenes en nombre de aquello justo y bueno que nuestro visitante había visto y aprendido por los caminos de los diferentes reinos. Este justiciero nunca podría perdonarse el haberse convertido en cómplice de los crímenes de aquella bruja al haberla liberado de su antiguo captor.
Fue entonces, en medio de la agonía del juicio divino cuando la mujer flagelada y golpeada por la mano de Dios materializada en este hombre, le explicó todas las penurias en su vida, contó como fue raptada y vilmente tratada por aquel que nuestro actual señor había dado muerte, explicó como ya había perdido la fe en vivir según alguna vez soñó por lo que decidió sacar al hijo de sus entrañas para que no fuese este victima de un mundo tan cruelmente grabado en los sentidos de su madre. Pero el nuevo señor de las torres no consiguió ser convencido por las suplicas y llantos de una mujer tan malvada, muchas veces le repitió que una princesa era incapaz de hacer aquellos actos en los que ella había participado, aseguro que ella era una bruja, tal malvada como aquellas que el había visto en muchas ocasiones al vagar por los camino de ese reino, una mujer retorcida y de corazón oscuro.

Golpes y patadas eran parte del exorcismo del cuerpo de la mujer, como si la violencia más extrema pudiera hacer salir todos los males de este mundo y volver santa a la humanidad a través del martirio de la bruja, con un cuchillo nuestro santo hombre corto las manos y pies de la sangrante hereje, preparo una hoguera y arrojo las partes mutiladas; un sin numero de castigos fueron hechos en medio de su agonía, un placer divino corría por los nervios del hombre convertido en verdugo, convertido en santo, fue así como santificando toda su operación con una cruz y siempre en nombre del padre del hijo y del espíritu santo.
Las fuerzas de la mujer se escapaban en cada grito conforme avanzaba aquel violento ritual. Sangre, lágrimas, sudor, golpes, patadas, gritos, gemidos, placer, dolor, amor, odio todo mal distribuido entre los dos protagonistas del cruel castigo. Al fin, el señor de las torres irguió un pilote en medio del huerto que la mujer hizo crecer, conforme pudo la amarro a esta pila y coloco un conjunto a su cuerpo ya moribundo pilas de carbones y brazas. Ya el cuerpo de la bruja estaba sin vida cuando el fuego consumió su carne hasta sus huesos, haciéndose así la voluntad de Dios sobre aquellas praderas.

Fue así como nuestro visitante se convierte en el más digno señor de estas tierras. Como dio santidad a las torres tiempo atrás. Siendo así, nuestra historia ha terminado
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